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14 octubre, 2020

El sistema gauchi-político

Por Gustavo Battistoni

La historiografía clásica denominó al modo en que Estanislao López gobernó como un “sistema gauchi-político de equilibrio”. Cuando se analizan los veinte años de su mandato como gobernador, comprendemos la certeza de la opinión de nuestros primeros historiadores. Nuestro timonel se manejó en medio de una cruenta guerra civil con una astucia e inteligencia de remarcar.

Fue un realista en la lid política, un hombre que a partir de la experiencia de su vida y del sabio consejo de sus colaboradores, entendió la dinámica del proceso social que enmarcó a nuestra patria luego de la independencia. Entendió los factores reales del poder en su desarrollo y su análisis de la coyuntura a partir de la relación de fuerzas concreta del momento que le tocó vivir, lo cual lo pone como un agudo estadista.

Este realismo político ha llevado a que muchos lo vieran como un pragmático, casi un oportunista que se adecuaba a cualquier coyuntura, sin percibir el principismo del santafesino que puso ante todo la defensa del Federalismo como norte de su acción transformadora. Podríamos decir, en términos gramscianos, que defendió una política de “guerra de posiciones”, avanzando lenta pero decididamente, acumulando poder en pos del objetivo americano que estaba en el centro de su accionar. Las razones de la política pactista estribaban en la mengua de recursos económicos y la escasez de población con respecto a las demás provincias hermanas y ni que hablar con relación al enemigo lusitano. Dentro de estas restricciones se tuvo que mover en una geografía que era codiciada por ser el lugar de articulación entre el norte del país y el centralismo bonaerense.

Desde el momento en que se hizo de la hegemonía provincial buscó el equilibrio de poder contra toda dominación interna y extranjera. A la Constitución Unitaria sancionada por el Directorio en enero de 1819, el Lopizmo contestó con la sanción en agosto de ese mismo año del Estatuto Provisorio de carácter federal y profundamente americano.

En el terreno político-militar luchó primero contra los porteños y portugueses respaldándose en Artigas y las provincias del litoral, y cuando el gran caudillo oriental fue derrotado, y temiendo la acción portuguesa, se acercó a la Buenos Aires post-directorial para poder maniobrar luego contra el impetuoso Francisco Ramírez, que con su República de Entre Ríos quería sumar a Santa Fe a su proyecto dominante. Hay que agregar, además, que la victoria santafesina sobre el “Supremo Entrerriano”, evitó que el chileno José Miguel Carrera constituyera un frente de este lado de los Andes contra José de San Martín y la independencia sudamericana. Esta nueva realidad se consolidó en el Tratado del Cuadrilátero, pacto de enorme importancia histórica.

El Tratado de Benegas, motivo de discordia con Pancho Ramírez, ayudó a reconstruir la economía por las concesiones obtenidas de Buenos Aires, lo que llevó a afirmar al General Tomás de Iriarte en sus acres “Memorias” que Buenos Aires jamás sufrió una humillación más grande que la propinada en 1822. Otro jalón importante fue el Tratado de 1823 entre Santa Fe y Buenos Aires para poner freno a la permanente devastación y saqueo que cometían los indios Pampas, lo que dio estabilidad a la frontera sur de la provincia.

En 1823, cuando el Cabildo de Montevideo buscó socorro contra el poder portugués, Estanislao López ayudó por todos los medios posibles a los hermanos orientales, buscando que no se consolidara el poder lusitano en una muestra más de su idea gauchi-política de equilibrio. Lo mismo ocurrió con su apoyo a la guerra contra el Imperio del Brasil, y su defensa del gobierno federal de Manuel Dorrego, que fue apresado cuando huía hacia nuestra provincia en busca de ayuda contra la cohorte unitaria de Juan Galo Lavalle y José María Paz.

Podemos dar muchos otros ejemplos de la lógica de la acción lopizta, pero es indudable que la obra maestra fue el Pacto Federal del 4 de enero de 1831, que destruyó para siempre al unitarismo político argentino, sentando las bases de la República Federal. También hay que remarcar su política de articulación con los hermanos Reynafé en Córdoba, buscando un polo de poder propio dentro del bloque federal para la realización de un Congreso Constituyente que el influjo de Juan Manuel de Rosas con la aquiescencia de Facundo Quiroga quería impedir a toda costa.

El equilibrio de los poderes fácticos, base de cualquier régimen social, tuvo en nuestro prócer a un defensor consecuente. Ha dejado para las generaciones venideras una forma de gobernar que es un ejemplo de racionalidad política cimentada en la experiencia, base de cualquier empresa transformadora que quiera tener éxito.

En un país que busca remedar cualquier experiencia exótica, repitiendo el fracaso, una y otra vez, sería bueno que nuestros gobernantes estudien nuestra rica historia, que puede aportar enseñanzas para enfrentar la crisis y así terminar de una vez por todas con la pequeña Argentina que supimos conseguir.

Fuente: El Correo Digital. 14 de octubre de 2020.

*Historiador y escritor

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