Por Rubén Manuel Román*
Es común en las conmemoraciones de los bicentenarios de Nuestra América, encontrar artículos acerca del recuerdo de lo efímero, «las efemérides», que se materializan en «el día de…» o «el bicentenario de…» Hoy quiero apartarme de esta tradición historiográfica, para cruzar el límite disciplinar y buscar un encuentro entre la Historia Social y la Antropología Cultural.
Obviaré la categoría de «popular», ya que la polisemia del vocablo nos llevan hoy a pensar en la música de moda, una marca de prendas de vestir, o, en definitiva, a aquello que se vende masivamente. Nada más lejos de mi intención, ya que quiero adentrarme en las características de aquellos que acompañaron, integraron, protagonizaron, lo que llamamos la gesta artiguista. En realidad, la gesta del pueblo en armas luchando por la libertad, la soberanía, la república, los derechos….
Para hacer una mirada, apenas un avistaje del pueblo en los territorios de la Liga Federal, en la década que se puede centrar en 1815, recurriré a mencionar tres categorías de análisis, de las cuales seleccionaré una para trabajar en el presente artículo.
La mismidad, entendida como aquella categoría que nos informa de la característica predominante en algún grupo humano, en alguna época determinada, que se ve a sí mismo y sólo a sí, y que desde ese lugar paradigmático, al encuentro con los demás lo comprende desde posiciones de odio, desprecio, inferioridad, desconocimiento, deshominización de ese otro, en definitiva, ejerce alguno o todos los tipos de discriminación.
La otredad, una enorme superación de la posición anterior, pero que, como veremos en el párrafo siguiente, continúa resultando insuficiente. Desde esta categoría, se entiende que hay un otro, que es reconocido, pero en esta aceptación, puede darse una dupla de pautas culturales que implican diferentes y aún opuestos posicionamientos. Resumiré esta concepción cultural en la expresión: lo reconozco, admito su existencia, pero sólo lo tolero; en definitiva, lo soporto.
La nostridad, una antigua concepción americana, que se nutre de la etnia tojolabal, incluida en la gran nación maya, quienes dan nacimiento a esta concepción del otro que intenta imponerse hoy, en el siglo XXI, que en su énfasis incluyente, ve al otro como uno más de alguno de los nosotros posibles y que se afirma culturalmente en la hermandad, comprensión, y más aún, que lo abraza con el sentido más hermoso y puro de la palabra amor.
Voy a establecer, a partir de esta toma de posición, otros dos criterios teóricos, por un lado, el concepto de compaisano, antiguo término medieval castellano que fue cayendo en desuso, salvo en las regiones rioplatenses de las Misiones y la Banda Oriental, región en la que se casó con aquella tradición nosótrica, lo que permitió que perdurara.
El concepto era profusamente utilizado por el comandante Andresito para referirse a sus compaisanos guaraníes, también por el, para aquella época, misionero San Martín que se refería a la custodia de la frontera norte de la Banda Oriental por «…Artigas y sus compaisanos…» y por el propio Artigas, que una carta expresaba “…-Dígale a micompaisanoGalván que salga d’entre las piedras y se venga con todo, que aquí le ayé tierra donde viva…”
El otro criterio mencionado, será la utilización como fuente, de la obra literaria del autor oriental Eliseo Salvador Porta, específicamente sus novelas: «Intemperie», «Sabina» y los apuntes para una novela inédita ¿“1815”?
Veremos desde allí la ejemplificación de la nostridad, de la inclusión, de la integración, de la unidad, por los compaisanos generada por este pueblo de los territorios de Liga Federal.
Plantearé algunas ideas que se pueden rescatar en la palabra de Eliseo, para lo que comenzaré por la identidad compartida:
“…Todo el mundo se reúne en los fogones […] para que allí se acrisolara la unidad de un pueblo…”
“…Así se incorporan a la historia Patria, detrás del Padre Artigas, aquellos indios que no habían peleado nunca más que por sí mismos…” o étnicamente más abarcativa, “… negros fugitivos, capataces y peones sublevados cuyos amos y patrones estaban en Montevideo acumulando rabia; hacendados criollos que habían acaudillado de su gente, blandengues y dragones desertores , curas de campaña que ligaron su suerte a la de sus feligreses, matreros con cuentas pendientes por vagos y “facinerosos”, pobladores de campo […] todos se apretaron, con la lanza en la mano, en torno a Artigas. ..” y resumiendo este criterio “…ese pueblo comprendió negros africanos, indios americanos y blancos europeos…”
También podemos ver la confluencia de todos juntos con Artigas.
«…Hombres de tres continentes, amén de todas sus mezclas de mestizos, zambos, mulatos, cuarterones […] – Aura somos un rodeo. Tuito de una mesma marca…”
En esta América mestiza, el pueblo es portador de lo que podríamos denominar una policromía inclusiva
Sigue diciendo Eliseo en sus novelas “… el éxodo fusiona las razas: criollos, hijos de europeos, indios y negros más todas las mezclas de mestizos, zambos y mulatos…” y agrega “… Hombres cuyos cuerpos son de tantos colores como los pelajes vacunos flanquean las tropas…”
Vemos la insistencia en la verificación de que todos somos mestizos, en palabras que me recuerdan los poemas de Nicomedes Santa Cruz, viendo a los compaisanos como aquellos negriblanquindios de los que nos hablaba el peruano, verificando que se trata de mestizos de cien mestizajes
En las novelas, que en mi criterios y los da la crítica oriental el autor reproduce la realidad del período a través del estudio y manejo de una profusa documentación, parece cada uno como la suma de todos los ancestros, reconociendo nuestras múltiples raíces “… Allí se ven, como sólo en nuestra América evangélica es dable, motas rubias, ojos azules en caras de cobre, fina nariz sobre jeta borrosa, cabellera desvaída, que parece postiza, en torno de un rostro pardo, pupilas crueles bajo frentes puras, mechas lacias de opaco negror, aplicadas a mejillas pecosas, mandíbulas de gorila que el barbijo, pasado por la nariz separa neto como una grieta de un hemirrostro superior caucásico…” e insiste con esta observación “…Melenas rubias ardiendo al sol; astracán de los negros de cabeza redonda, mechas en chuzas de los indios que huelen a grasa de potro; rostros pálidos por el largo encierro en los caserones montevideanos; otros maduros al sol, otros negros: todos igualados en un común destino…”
También hace mención a los compaisanos originarios en diferentes sentidos, de los que he seleccionado un párrafo cargado de significación “…Desde ese momento aquellos jinetes sutiles, a quienes no había que proveer armas, ropas ni alimentos, fueron la retaguardia del pueblo en retirada […] Artigas, logrando que cooperaran en la defensa del “sistema” realizó un milagro tal como el de sujetar a los vientos; cosa que nadie antes que él, ni nadie después, pudo permitirse…” Este sentido lo podemos reforzar a través de una carta del Gral. Artigas al caciquillo Manuel Artigas «… Nada habrá capaz de dividir nuestra unión, y cuando los enemigos se presenten al ataque, nos verá el mundo ostentar nuestra amistad y la confianza que mantener…”
Como vemos en esta realidad mediada por el novelista en los recortes efectuados, la integración americana era comprendida, estaba incorporada en un sentido más amplio aún del que en este bicentenario tenemos, pese a los avances registrados en lo que va de este siglo,.
Y para sintetizar este sentido de unidad, integración, les dejo un saludo nosótrico de nuestros paisanos los integrantes de los pueblos originarios rioplatenses ¡QUE NOS VAYA BIEN A TODOS!
* Profesor en Historia Universidad Nacional del Litoral. Master en Sociología, Academia de Ciencias, República Checa. Doctor en Educación, Universidad Católica de Santa Fe. Es integrante del Instituto Artiguista de Santa Fe.