Por Carlos Eduardo Pauli
El abuelo invitó a su nieto a recorrer la costanera santafesina. Comenzaron por el monumento al Brigadier Estanislao López y finalizaron en la rotonda de Guadalupe, donde se encuentra el que recuerda al Gral. José Artigas. El niño inquirió: “¿Por qué al final de Costanera está el monumento a un general uruguayo, es decir a un extranjero?”. Sorprendido, el hombre tuvo que elaborar una larga y fundamentada respuesta a la inquietud infantil. “Lo primero que quiero aclararte -respondió- es que Artigas es el jefe natural de un pueblo hermano, que luchó junto a nosotros para conseguir la autonomía, la vigencia del ansiado sistema federal. Me gustaría que al referirte a los uruguayos, los llames mejor ‘orientales’, por las razones que te voy a dar”. Lo que sigue es una síntesis de la argumentación que el abuelo debió improvisar para responder a tan inocente y difícil pregunta.
La situación de Montevideo y Buenos Aires después de 1810
Antes de 1810 todos estos pueblos, santafesinos, entrerrianos, correntinos, los orientales del río Uruguay, formábamos parte de una misma Patria Grande, el Virreinato del Río de la Plata. No obstante, Montevideo y Buenos Aires mantenían una vieja rivalidad. Ambas eran puertos de entrada y salida del comercio ultramarino.
El 25 de mayo de 1810 es depuesto en Buenos Aires el virrey Cisneros, y comienza el gobierno de la Primera Junta, que jura a nombre de Fernando VII, “el Deseado”. Es decir que la Junta de Buenos Aires no acata la autoridad del Consejo de Regencia que pretendía continuar ejerciéndola. Montevideo, en cambio, la acatará como legítima autoridad. De ese modo, al enfrentamiento político le seguirá la lucha armada.
Aparece un actor nuevo en esta lucha, el pueblo oriental, que a fines de 1810 y a lo largo de 1811, manifestará su adhesión a la Junta de Buenos Aires; no al virrey Elío, que se hace cargo del gobierno a principios de 1811. Al estallar la guerra entre ambas ciudades, los capitanes José Artigas y José Rondeau, oriental uno y porteño el otro, se suman a la lucha a favor del gobierno de Buenos Aires. El ofrecimiento no podía ser más oportuno. La Junta Grande vivía momentos de incertidumbre, el enfrentamiento de morenistas y saavedristas había dejado sus secuelas. Belgrano había sido derrotado en El Paraguay (diciembre de 1810) y Montevideo se manifestaba con intenciones agresivas, habiendo declarado la guerra a Buenos Aires el 12 de febrero de 1811.
Ante esta situación, la Junta de Buenos Aires acepta la oferta de Artigas, a quien entrega 200 pesos fuertes y 150 hombres. Artigas se compromete a llevar “el estandarte de la libertad hasta los muros mismos de Montevideo”. Con ese propósito, parte de retorno a Entre Ríos donde acrecienta sus tropas con contingentes de esa provincia..
Los primero triunfos orientales
El 28 de febrero de 1811 se produce el Grito de Asencio, fecha inicial de la epopeya del pueblo oriental. Los contingentes de Viera y Benavídez se pronuncian en las márgenes de dicho arroyo y ocupan la ciudad de Mercedes. La sublevación se generaliza a partir de este suceso. Es claro el carácter espontáneo y general del pronunciamiento oriental. Este pueblo en armas elige como jefe a Artigas. Elío, mientras tanto, desde Montevideo, adopta medidas radicales contra los insurrectos, decretando la horca para todo el que fuera tomado con las armas con la mano.
El 18 de mayo de 1811, el pueblo oriental, bajo la jefatura de Artigas, logra el triunfo de Las Piedras. Esta victoria posibilita iniciar el sitio de Montevideo. Digamos que este triunfo del artiguismo salva a la Junta de Buenos Aires de la invasión que programaba Elío.
El movimiento americano se extiende a los demás pueblos de la Banda Oriental. Sólo necesitaba, para consolidarse y alcanzar el triunfo definitivo, el apoyo del gobierno de Buenos Aires. Pero las vacilaciones y las tendencias internas que dividían al gobierno argentino, harán fracasar el triunfo oriental.
La traición del centralismo porteño
Cuando el sitio de Montevideo estaba consolidado y hacía prever el triunfo de la revolución bajo la jefatura de Artigas, la tendencia monárquica de algunos dirigentes porteños se hace sentir. Sarratea negocia en Río de Janeiro el apoyo portugués para una independencia rioplatense, bajo el reinado de la Infanta Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII. Así se explica el armisticio del 20 de octubre de 1811, por el cual Buenos Aires se compromete a reconocer a Fernando VII y establece una tregua entre Buenos Aires y Montevideo. En la práctica, esto significaba el abandono a Elío y Montevideo de toda la campaña oriental. También significaba desconocer todos los sacrificios que el pueblo oriental había hecho por la revolución. Días antes de que se firmara este armisticio, el 10 de octubre, Artigas será elegido como jefe de los Orientales.
Conocido en el campamento artiguista que Buenos Aires había firmado el armisticio con Elío, el pueblo oriental se siente traicionado. Comienza entonces esa epopeya conocida como “el éxodo oriental”, la “redota” (por derrota), para los gauchos orientales.
A partir de ese momento comienza la emigración en masa detrás de las tropas de Artigas que, separadas de las porteñas, se alejan hacia el norte.
Las características de este movimiento son su espontaneidad, y el hecho de ser incontenible, haciendo que la campaña oriental se vacíe, como expresión de rechazo a cualquier hipótesis de sumisión a los invasores portugueses o a las autoridades montevideanas.
El nacimiento del Estado Oriental
El Estado oriental nace así por la autodeterminación del pueblo en armas, resuelto a cualquier cosa antes que aceptar nuevamente las cadenas que él mismo había roto. Desde el campamento ubicado en las márgenes del arroyo Ayuí (cerca de Concordia), Artigas irá gestando la Liga de los Pueblos Libres, a la que se unirán Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. Es decir que cuando Santa Fe rompe con el centralismo porteño, lo hará proclamando a José Artigas como Protector de los Pueblos Libres. Desde 1814, crece su figura en el Litoral. El 22 de febrero de 1814 el caudillo entrerriano Hereñú, vence a las tropas porteñas en El Espinillo, y se declara en alianza con Artigas. El 10 de marzo de 1814, Corrientes se levanta contra las autoridades y a, fines de abril, su Cabildo declara la autonomía y coloca a la provincia “bajo el sistema de la Federación”, con el Gral. Artigas como Protector. El pueblo santafesino, apoyado por indios misioneros, movilizados por Manuel Artigas y las fuerzas entrerrianas de Hereñú, eligen a Candioti como gobernador, quien se alinea junto al Protector. A fines de marzo renuncia el gobernador de Córdoba, y la provincia se incorpora a la Liga de los Pueblos Libres. De este modo, el caudillo amplía su radio de influencia sobre Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Misiones y la Banda Oriental.
A modo de conclusión
“Lo esencial en el proyecto artiguista es su propósito de integración federal. Para el caudillo lo primero era la nación, la comunidad viviente de los pueblos del Plata, articulada federativamente sin desmedro del fuero propio de cada uno. De ahí, su primigenia defensa de la soberanía particular de los pueblos, de raigambre hispánica y foral; dotados, en el ámbito de su comarca, de un gobierno inmediato (o sea proveniente de la soberanía popular). Y firmemente ligados entre sí por el pacto de confederación ofensiva y defensiva contra el adversario común del regentismo colonialista. (1)
Lamentablemente, este proyecto no logró sobrevivir a las contingencias políticas internas, a las presiones del expansionismo lusitano y a las apetencias del imperialismo inglés. De ahí surgirá la República Oriental del Uruguay, no querida por el Patriarca Oriental.
Al cabo de la explicación, el nieto reflexionará: “Ahora entiendo por qué el abuelo se enojó tanto con los Kirchner, cuando éstos apoyaron el corte del puente de Gualeguaychú por el tema de las pasteras”.
(1) Bruschera Oscar. “Artigas”, pág. 12. Biblioteca de Marcha, Montevideo. 1969.