Por Sara Liponezky
La palabra madres en el título y la conciencia de que hoy los nuevos feminismos han puesto en tensión a la maternidad como destino único de las mujeres, me lleva a indagar en su acepción literal.
Del latín mater matris, señalo de una larga lista, algunas que me parecieron significativas y relacionadas con el tema:
Mujer o hembra que ha parido, y respecto de su hija o hijo.
Mujer con cualidades atribuidas a una madre.
Título que se da a ciertas religiosas.
Autora o creadora de algo.
Matriz en que se desarrolla el feto.
Causa u origen de una cosa.
Cauce de las aguas de un río.
Madero principal que sirve de sostén o apoyo a otras partes.
En consonancia con esta lectura, resulta sencillo deducir que para la inteligencia colectiva, hoy la palabra madre excede su significado biológico. Es frecuente que se utilicen expresiones como “la madre de la criatura” para indicar la autoría de una mujer respecto de actos que impactan en distintos órdenes de la vida social.Esta idea, aplicada al ámbito de la historia y la política, nos permite formular el concepto de madres de la patria casi como una novedad. Pues en los diseños curriculares para la enseñanza de la Historia y en el relato sesgado y repetido por generaciones, han figurado solamente los padres de la patria.
Así, como madres de la patria, nos referimos a tantas latinoamericanas que compartieron la batalla libertaria contra la expoliación colonial y pusieron los cimientos para construir nuestra identidad regional como aquellas que lo hicieron pariendo y educando hombres para defender la Patria.
Es una legión de valientes, precursoras y desafiantes que recién al final del siglo XX y principios del actual – con una contribución importante de la novela histórica – la crónica del pasado está haciendo visible y poniendo en valor.
El reconocimiento oficial desde los Estados a Manuela Sáenz y Juana Azurduy, dos figuras icónicas en la epopeya de la independencia y la integración de nuestra Patria Grande. La inclusión de Josefa Tenorio en la gesta sanmartiniana; de Mariquita Sánchez en los albores de mayo; de Gregoria Pérez y María del Valle en las campañas de Belgrano; como de Macacha Güemes; De la Delfina en la lucha federal, entre otras.
Pero también de Tadea Jordán, madre de Francisco Ramírez, el Supremo Entrerriano y de Ricardo López Jordán, un héroe de la Causa Federal. Se dice que ella marcó a sus hijos con la impronta de resistir a la dominación y de participar en asuntos públicos. Además de “jugarse” en esa patriada, como lo muestra su cruce a caballo por el río Uruguay hacia Paysandú para avisarle a su hijo de una emboscada, enfrentó al gobernador porteño en Entre Ríos – Lucio Mansilla- y por ello fue apresada y despojada de sus bienes.
En su libro Amores Cimarrones, la oriental Marcia Collazo ha relato de modo original, documentada y de manera esplendida, la historia de seis mujeres, tres de la sangre (su madre y sus abuelas) y tres de la pasión en la vida del General José Artigas. Las primeras de una lucidez excepcional, de personalidad fuerte, con una autonomía de pensamiento inusual en su tiempo. Que dejaron su huella en ese enorme caudillo rioplatense cuyas ideas reconocen aquella siembra. Su madre, Francisca Antonia Aznar quien como su abuela paterna Ignacia Xaviera Carrasco, acompañaron además a hombres comprometidos en una Causa pública. Y su abuela materna María Rodríguez Camejo.
También tres mujeres importantes de la pasión, Isabel Sánchez, Rosalía Villagrán Artigas y Melchora Cuenca, distintas, pero todas gravitantes. Que recibieron en sus vidas el tremendo impacto de aquel héroe, su ideario luminoso, su vocación justiciera, sus triunfos y desventuras amándolo en una trama tan difícil como grandiosa.
La escritora logra una conjunción que hace justicia sobre los vacíos del relato, y ella sintetiza al decir: “Seis mujeres en las que se condensan cien años de historia nacional, desde la fundación de Montevideo hasta la derrota de José Artigas y su internación en el Paraguay. Seis mujeres que atraviesan sucesivas épocas de inmigración y desarraigo, de identidades y construcciones”.
“Seis formas del amor, seis mujeres unidas… al destino de un mismo hombre, en quien dejaron una huella profunda, trágica en ocasiones, pero siempre memorable, un hombre al que algunas vieron nacer y ninguna verá morir”.
Nuestras madres de la patria, las que libraron batallas por la independencia y la integración latinoamericana, por la libertad de los pueblos y la autonomía federal,enfrentando adversidades junto a los hombre y desafiando las limitaciones impuestas a su condición de mujeres, ya son actoras insoslayables de nuestra memoria escrita.
En toda la América Latina, desde los tiempos de la dominación hispánica y el inicio de la hegemonía porteña hasta Eva Perón, la que dijo (en el libro La razón de mi vida) “…la mano que mece la cuna es la misma que educa al patriota”.