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20/06/2020

El Congreso de los Pueblos Libres, la dignidad de las ideas libertarias y el resentimiento como expresiones políticas

Por Julio César Rondina

Corría el año 1814 y la figura de José Artigas remontaba a la plenitud de su cenit. Diversos hechos políticos contribuían a ello, de los que intentaremos una breve descripción.

El 20 de enero de 1814 Artigas malquistado con Rondeau, jefe del ejército sitiador de Montevideo, se retira del mismo e inicia la resistencia contra el Directorio.

El 20 de febrero de 1814 el caudillo Hereñú, que había ocupado la Villa de Paraná, reconoce a Artigas como Protector de los Pueblos Libres abandonando la dependencia de la Tenencia de Gobierno de Santa Fe a la cual estaba sujeta Entre Ríos desde la época colonial e instaura de hecho la autonomía de la provincia.

A poco de ello, la Batalla de El Espillo, que ocurre el 22 de febrero de 1814, en el Distrito cercano a Paraná, fue la primera en que tropas federales enfrentan y derrotan a las enviadas por el Directorio porteño. En la ocasión, las fuerzas Artiguistas comandadas por Eusebio Hereñú (caudillo natural de estas tierras), Andrés Latorre y Fernando Otorgués (orientales), vencen al coronel Eduardo von Holmberg enviado por Buenos Aires. Esta batalla constituye un mojón en nuestras disensiones internas, toda vez que dejó en claro que las provincias no aceptarían pasivamente las decisiones directorales del puerto.

El 19 de marzo de1814 se produce la Batalla de La Cruz en Misiones. La provincia de Misiones, gobernada por el general unitario Bernardo Pérez Planes, tenía constantes problemas con las autoridades paraguayas. A este territorio Artigas envió a Blas Basualdo, uno de sus principales jefes, quien ocupó el pueblo correntino de Curuzú Cuatiá derrotando luego a las fuerzas de Pérez Planes en el pueblo misionero de Concepción, con lo que los federales pasaron a controlar las áreas occidentales de la Provincia de Misiones, que vinculaba el litoral del Paraná al Paraguay.

El 29 de marzo de 1814 en la Provincia de Corrientes, un pronunciamiento federal dirigido por el teniente de milicias Juan Bautista Méndez, derrocó al gobernador unitario Domínguez. El 29 de marzo Artigas recibe la adhesión del Cabildo de Corrientes a quien insta a realizar un Congreso provincial que legitime un nuevo gobierno.

El 10 de enero de 1815, las fuerzas artiguistas al mando de Rufino Bauza y Fructuoso Rivera obtienen la decisiva victoria contra el ejército comandado por Manuel Dorrego en la batalla de Guayabos (o Arerunguá), lo que obligó al retiro de las fuerzas bonaerense de la Banda Oriental.

El 15 de enero de 1815 se levanta la bandera de Artigas en el Corral Sopas de Lunarejo en Arerunguá, su campamento principal.

El 26 de febrero de 1815 las fuerzas de Artigas entran en Montevideo y el 4 de marzo se constituye un nuevo cabildo que respondía a Artigas, excluyendo a los partidarios de España o porteños.

El 24 de marzo de 1815 Santa Fe conquista su autonomía con el auxilio de fuerzas Artiguistas. Francisco Antonio Candioti es nombrado gobernador provisional por el Cabildo. El 13 de abril, el mismo Artigas atraviesa el Paraná y entra en la ciudad de Santa Fe; el 26 de abril el pueblo es convocado para la elección de gobernador y ratifica la designación del Cabildo. Apenas producida la elección, Artigas se retira con su tropa de la ciudad.

El 29 de marzo, también Córdoba sacude el control porteño y declara su adhesión a la causa Artiguista. Es nombrado gobernador José Javier Díaz quien el 17 de abril firmó un documento en que consta la declaración de la independencia adoptada por la Asamblea Provincial.

El 3 de abril de 1815 se produce la sublevación de Fontezuelas en la que la vanguardia del ejército destinado a invadir Santa Fe y Entre Ríos, al mando de Ignacio Álvarez Thomas, se subleva. Participaron de ella, en inteligencia con Artigas, los coroneles Eusebio Valdenegro y José Ambrosio Carranza.

Ante esta situación política el 15 de abril renuncia Alvear como Director Supremo y cae la Asamblea del Año XIII, designándose provisoriamente como Director Supremo al General rebelde Álvarez Thomas.

Finalmente, el 29 de abril, en nota dirigida al cabildo de Concepción del Uruguay, Artigas convoca al Congreso de los Pueblos Libres que habrá de reunirse el 29 de junio.

De esta sucinta enumeración surge que, como nunca, el artiguismo se había proyectado como una opción política viable, alternativa al proyecto centralista. Despertaba simpatías no solo en las provincias sino también en la misma Buenos Aires, donde se elevaba un petitorio que reclamaba la “constitución de lo que queda de la intendencia porteña en provincia federal”.

Momento clave de la historia rioplatense donde la figura de Artigas es imprescindible por cuanto ocupa el centro de la escena, historia que se hace ininteligible sin su presencia.

Es un contendor político que solo exhibe en sus documentos y cartas un modelo que asegure la representación democrática e igualitaria de todos los componentes del cuerpo social, incluidos, por supuesto los sectores menos favorecidos como gauchos e indios y que se traduce en la propuesta política de independencia, república y federación.

No surge de todo el material recopilado en el Archivo Artigas, que sus decisiones, órdenes y correspondencia contuvieran otra cosa que análisis de tipo político y la búsqueda de una sociedad mejor. Incluso de su accionar se desprende una ejemplar magnanimidad, que lo lleva a perdonar a acérrimos adversarios, no fusilándolos como era costumbre de la época.

Magnanimidad que expresó en su postura invariablemente grande y altivo frente a los poderosos e indulgente para con los más infelices. Prueba de ello es la recomendación a Andresito Guacurary Artigas a quien le decía: “cada día trate con más amor a esos naturales y les proporcione los medios que estén a su alcance para que trabajen y sean felices” o con la frase que corona se célebre Reglamento de Tierras: “de modo que los más infelices sean los más privilegiados”.

Frente a este plexo de valores que exhibe a lo largo de su actuación, veamos cómo reaccionan sus adversarios políticos.

El 10 de marzo de 1812 La Gaceta de Montevideo (en manos españolas) dice: “Artigas obra como un facineroso, y su tropel es un ejército de ladrones, homicidas y de delincuentes detestables”.

El 3/2/1813 en un bando, Manuel Sarratea afirma que “los graves perjuicios que ha experimentado este territorio por la bárbara sediciosa conducta del traidor a la patria José Artigas”.

El 11/2/1814 un decreto del Director Gervasio A. Posadas declara “a José Artigas, infame, privado de sus empleos, fuera de la ley y enemigo de la patria”, por lo que pone precio a su cabeza, vivo o muerto, de 6000 pesos.

El libelo del periodista Pedro Feliciano Cavia de 1818 que lo trata de “rebelde, turbulento, seductor de pueblos, anarquista, apóstol de la mentira, propagandista de máximas erróneas, terrorista furioso, hombre despechado”. Por último, como resumen de todos estos agravios hacia la persona de Artigas, reproduzcamos a Bartolomé Mitre: “Esta Federación, sin más base que la fuerza, y sin más vínculo que el de los instintos comunes de las masas agitadas, no era, en realidad, sino una liga de mandones, dueños de vidas y haciendas, que explotaban las aspiraciones de las multitudes, sometidos estos mismos a la dominación despótica y absoluta de Artigas, según era mayor o menor la distancia que se hallaban del aduar del nuevo Atila”.

Vemos así el tratamiento plagado de injurias e infamias conque sus enemigos políticos lo trataban. Era una condena anticipada que se desprendía de estos dichos que lo rebajaban a la categoría de facineroso y bandolero, obviando todo análisis político de sus propuestas para reducir su accionar al de un mero malhechor o delincuente.

Cabría entonces reflexionar sobre las razones de este odio manifiesto que los sectores del poder exhiben frente a quien realiza una propuesta política contraria a sus intereses.

No es el único ejemplo en la historia. La guerra de policía conque Buenos Aires eliminó a los últimos caudillos federales; el despectivo tratamiento que recibió Hipólito Yrigoyen; las múltiples calificaciones agraviantes que se vertieron sobre Perón, son solo algunos ejemplos que uno puede consignar.

Pero además de los epítetos agraviantes, esas expresiones de odio y resentimiento llevaron a acciones ignominiosas en las que se segó la vida de numerosos compatriotas. Desde el fusilamiento de Dorrego, pasando –por ejemplo- por la tristemente célebre matanza de Cañada de Gómez al bombardeo a Plaza de Mayo de junio de 1955 son solo un par de mínimos ejemplos de tan concentrado resentimiento.

Porqué las acciones populares y sus líderes generan el odio, rencor, rechazo y repugnancia de los sectores poderosos de una sociedad?

Será posible construir sobre esos valores una sociedad más justa?

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