“… los pueblos son libres de decidir su suerte; y mi deseo todo, decidido a respetar su suprema resolución.” Gral. José Gervasio Artigas.
Ciudadanos del litoral santafesino hemos constituido el Instituto Artiguista de Santa Fe (Instituto de Estudios Federales y de Integración Argentino -Uruguaya “General José Gervasio Artigas”).
Nos proponemos difundir el estudio de la vida, la obra y el ideario del General José Gervasio Artigas. La figura de este patriota oriental es vital para entender el derrotero de los iniciales años de nuestra primigenia revolución. En su pensamiento y acción se encuentran resumidos los valores más trascendentes por los que lucharon nuestras primeras generaciones independentistas y que aún hoy reclaman plena vigencia y concreción.
Su proceder y objetivos, marcaron con claridad las urgentes tareas iniciales de una revolución en pañales. Su planteo libertario reclamaba, indefectiblemente, la independencia de estas provincias del poder español. El inclaudicable espíritu confederativo y republicano que lo animaba, interpretaba las necesidades impostergables de los pueblos del interior, que reclamaban el reconocimiento de sus legítimos fueros.
La exigencia de una organización nacional concretada a través de estadios sucesivos de articulación social y regional marcan un original modelo de representación política, que pocos demócratas lograron entender cabalmente. Su respeto irrestricto por la soberanía popular y el “gobierno inmediato” de “las gentes” nos hablan de una democracia directa que presupone el ejercicio del poder a través del consenso de las mayorías participando en asambleas plenarias. El planteo de sucesivas articulaciones en un segundo y tercer nivel asambleario (provincias compuestas de pueblos libres que se unen en confederación) señalan el intento artiguista de conciliar el legado de participación directa, cabildeano, o comarcano, con el de una república democrática, igualitaria e independiente.
Este modelo de representación política se debía expresar en un texto constitucional, todo un avance para la época, tenía una fuerte inserción en las tradiciones, creencias y culturas populares y entendía como imprescindible, la integración de las capas étnicas y sociales marginadas. Esta pretensión, aún hoy, se demuestra como una tarea pendiente en la que estamos embarcados los habitantes de estos países latinoamericanos.
El respeto por la libertad civil y religiosa señala a las claras su compenetración con los ideales que la Revolución Francesa habían esparcido por todo el mundo.
Por otra parte, el sentido altamente proteccionista de los frutos y productos del país que se expresara en el Reglamento Provisional de derechos aduaneros (1815), señalan a las claras la concepción proclive al desarrollo industrial que se estaba pergeñando ya en los sectores patriotas vinculados a un proyecto nacional.
Estos postulados le valieron a don José la drástica oposición del patriciado de las ciudades puertos que con su racionalismo ilustrado y mercantil pretendían instalar en estos territorios las imágenes que los deslumbraban de Europa.
Ello implicaba la exclusión del cuerpo político de la Nación de los sectores marginados por ‘iletrados’ que eran a los que representaba nuestro caudillo. De allí que este enfrentamiento haya sido irreconciliable y fuera el que, en definitiva, lo llevara al ostracismo.
Párrafo especial merece su pretensión de expropiar las tierras sin laboreo o que perteneciera a los enemigos de la revolución o malos americanos, para repartirlos entre los negros libres, los zambos, los indios, los criollos pobres y todos aquellos que puedan trabajarlas. Allí se condensaba el espíritu libertario de aquella Revolución: justicia, igualdad, acceso a la tierra y a los medios de vida. Y, por si fuera poco, esa verdadera perla del lenguaje y de la filosofía reivindicatoria: “con prevención que los más infelices serán los más privilegiados” (según rezaba el Reglamento para el fomento de la campaña de 1815).
José Artigas murió en el Paraguay un 23 de septiembre de 1850. “Argentino de la Banda Oriental”, no renunció jamás al sueño de la Patria Grande, el sueño de un continente verde y tumultuoso en donde los ríos unan a los pueblos, en lugar de dividirlos. Hoy, cuando nuevos vientos emancipadores recorren con generosidad la geografía latinoamericana, los postulados enarbolados por Artigas adquieren renovada vigencia y nos comprometen a su propagación y puesta en perspectiva.
Hasta el día de su muerte (a los 86 años) mantuvo la costumbre de inclinarse sobre la tierra, levantar con sus manos los terrones y depositar confiado las semillas.
Vaya metáfora.
De esas semillas somos parte.
Santa Fe, noviembre de 2010
Santa Fe, noviembre de 2010.